Un día más en nuestras vidas. Hacía demasiado calor allí abajo, pero pronto acabaría nuestra labor. Todo el día trabajando sin cesar, yendo y viniendo, cargando y descargando.Somos varias, morenas, coloradas, castañas, entre todas con mucho esfuerzo y cooperación nos unimos para lograr concretar que aquel pequeño al que llamamos hogar.
El montículo en el cual despositabamos todo era demasiado empinado. Sin embargo, mis compañeras obreras y yo no abandonábamos la tarea.En fila india, una tras otra, arrojabamos los diversos elementos a medida que íbamos llegando.
Sin descuidar el paso y esquivando pozos, pequeñas hojillas verdes, ramas y pinochas, son nuestro objetivo. Una sobre otra, de costado, para un lado, para el otro, las vamos acomodando.
Finalmente, el trabajo está terminado, listo por fuera, perfectamente armado por dentro. Llegó el momento del descanso, la entrada no se hace esperar. Sin embargo, algo nos detiene, una sombra indescriptible avanza sobre nosotras, una gran gota cae, y ese fue el comienzo de la gran inundación, esa mujer no dejaría de llorar y el hombre que la acompaña la deja en soledad, poco a poco, nuestro hogar se destruye.
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